Aquí quedan las novedades de este mes de abril. Con la Semana Santa encima puede ser un buen momento para tenerlas en cuenta.
Cuando David Goldberg, un anciano de 92 años, superviviente del Holocausto, aparece asesinado en su casa y le hacen la autopsia, descubren que lleva tatuado su grupo sanguíneo, práctica habitual entre los oficiales de las SS. Oliver von Bodenstein y Pia Kirchhoff emprenden la investigación mientras lidian contra la oposición de sus superiores. Además, Oliver no da abasto tras el nacimiento de su último hijo, y Pia está viviendo un auténtico idilio con su nueva pareja, el director del zoo local. Poco después, otro anciano judío aparece muerto en las mismas circunstancias, y también tiene tatuado su grupo sanguíneo. El único nexo entre ambos es Vera Kaltensee, la elegante matriarca de una de las familias más influyentes de la región. La investigación sacará a la luz una oscura historia y una antigua venganza.
Los nazis después de la Segunda Guerra Mundial
Al final de la guerra algunos nazis asumieron falsas identidades judías, como sucede en Algunas heridas nunca se curan. David Goldberg y sus compañeros optan por una vía algo inusual para escapar de las consecuencias de sus actos, usando la emigración al extranjero, suplantando además a un judío muerto. Esta práctica, como es evidente, entrañaba muchos más riesgos, pero permitió a muchos ex nazis regresar a Alemania y evadir así a la justicia.
Los nazis después de la Segunda Guerra Mundial
Al final de la guerra algunos nazis asumieron falsas identidades judías, como sucede en Algunas heridas nunca se curan. David Goldberg y sus compañeros optan por una vía algo inusual para escapar de las consecuencias de sus actos, usando la emigración al extranjero, suplantando además a un judío muerto. Esta práctica, como es evidente, entrañaba muchos más riesgos, pero permitió a muchos ex nazis regresar a Alemania y evadir así a la justicia.
Cuando Sean Duffy investiga un crimen, lo arriesga todo. Incluso la vida.Irlanda del Norte, años ochenta. Un torso humano aparece en una maleta abandonada. Ha estado congelado, lo que impide saber con precisión cuándo murió la víctima. Un tatuaje incompleto y una vieja cicatriz de metralla son lo único que lo pueden identificar. Se hace cargo del caso Sean Duffy que no pasa por su mejor momento: aún no se ha recuperado de las consecuencias de su anterior investigación y al mismo tiempo su relación sentimental hace aguas. La víctima murió envenenada, no es el método que emplean los paramilitares, ni del IRA ni los unionistas. El veneno es casero y procede de una planta tropical desconocida en Irlanda. Parece el crimen perfecto, pero Duffy sabe que eso nunca pasa. Todo va a cambiar cuando descubre unas señas en la maleta: las de un oficial de las fuerzas de seguridad recientemente asesinado.Sean Duffy, de quien todo el mundo desconfía –los católicos por ser policía, los protestantes por ser católico-, se empeña en resolver el caso pese a la opinión de sus jefes. Recorre las tensas calles de Belfast y parajes poco amigables de la campiña irlandesa en busca de pistas, sin saber que se está enredando en una peligrosa trama, con ramificaciones en Estados Unidos, que pondrá en peligro no sólo su carrera policial, sino su propia vida.
Al acercarnos a El jilguero, vamos enfocando una habitación de hotel en Amsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe bien por qué ha llegado hasta aquí.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVIII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó es el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y su amistad con el joven Boris lo llevó a la delincuencia sin más trámites. Todo parecía a punto de acabar, y de la peor de las maneras, en el desierto de Nevada, pero no. Al cabo de un tiempo, otra vez las calles de Manhattan, una pequeña tienda de anticuario y un bulto sospechoso que ahora va pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda.
¿Cómo acabará todo? Esto está en manos del talento de Donna Tartt, que puesto al día las reglas de los grandes maestros del XIX, siguiendo a Dickens pero también a los personajes de Breaking Bad, para escribir El jilguero, probablemente el primer clásico del siglo XXI.
El 5 de marzo de 1939, al caer la noche, el coronel Segismundo Casado lideró un golpe de Estado contra el gobierno que presidía Juan Negrín. Se trataba de una acción coordinada en el territorio controlado por la República. El plan fue urdido durante meses. Esbozado desde finales de 1938, enhebrado en enero de 1939 y rematado en el mes de febrero, el golpe solo encontró la oposición del partido comunista, cuya previa neutralización, represión y desconcierto táctico evitó la resistencia a escala global. No sucedió lo mismo en Madrid, espacio central de la estrategia conspirativa. Aquí los comunistas locales interpretaron que la acción casadista los convertía en moneda de cambio de unas hipotéticas negociaciones de paz, o en el chivo expiatorio sobre el que recaería la culpabilidad de una guerra prolongada.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVIII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó es el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y su amistad con el joven Boris lo llevó a la delincuencia sin más trámites. Todo parecía a punto de acabar, y de la peor de las maneras, en el desierto de Nevada, pero no. Al cabo de un tiempo, otra vez las calles de Manhattan, una pequeña tienda de anticuario y un bulto sospechoso que ahora va pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda.
¿Cómo acabará todo? Esto está en manos del talento de Donna Tartt, que puesto al día las reglas de los grandes maestros del XIX, siguiendo a Dickens pero también a los personajes de Breaking Bad, para escribir El jilguero, probablemente el primer clásico del siglo XXI.
El 5 de marzo de 1939, al caer la noche, el coronel Segismundo Casado lideró un golpe de Estado contra el gobierno que presidía Juan Negrín. Se trataba de una acción coordinada en el territorio controlado por la República. El plan fue urdido durante meses. Esbozado desde finales de 1938, enhebrado en enero de 1939 y rematado en el mes de febrero, el golpe solo encontró la oposición del partido comunista, cuya previa neutralización, represión y desconcierto táctico evitó la resistencia a escala global. No sucedió lo mismo en Madrid, espacio central de la estrategia conspirativa. Aquí los comunistas locales interpretaron que la acción casadista los convertía en moneda de cambio de unas hipotéticas negociaciones de paz, o en el chivo expiatorio sobre el que recaería la culpabilidad de una guerra prolongada.
Me gustaría leer estas novedades. Espero tener ocasión. ¿A vosotros cuál o cuáles de estas novedades os gustaría leer?
Espero que paséis unas fantásticas vacaciones de Semana Santa.
Espero que paséis unas fantásticas vacaciones de Semana Santa.